Casticismo en vena: los mejores callos de Madrid

En Madrid hay una serie de ‘bautismos’ o de modos de ganarse el título de amigo de la ciudad. Visitar el Prado, beber de la fuente ‘mágica’ de la ermita de San Isidro el 15 de mayo, tomar cocido en la taberna de La Bola, probar los churros de la chocolatería San Ginés o degustar los callos de Lhardy. Fundada en 1839, es uno de esos lugares tradicionales y llenos de historia por los que han pasado grandes personalidades de vida madrileña, llamados sobre todo por la fama de sus callos.

El prestigio, eso sí, se paga: en torno a 28 euros la ración, en un ambiente distinguido, con camareros muy atentos y sensación de tiempo detenido. En la muy céntrica carrera de San Jerónimo 8, y con su decoración decimonónica, con su toque rococó.

Pero hay más callos aparte de Lhardy, como los que sirven en Las Reses, en la calle Orfila, 3, cerca de la plaza Colón. Servidos con chorizo y morcilla asturianos, gozan de muy buena fama. Especializados en carne, tienen un steak tartar destacable, así como su hamburguesa de solomillo y chuletones. Ambiente convencional pero agradable. Como también dan callos con solera, aunque con simpáticos manteles de cuadros rojos y blancos en Dantxari, en la calle Ventura Rodríguez 8. Acompañados de morros y pata.

Más popular y castizo es Bodegas Ricla, en la calle Cuchilleros 6, a pocos metros de la plaza Mayor y de nuestro hotel en la Puerta del Sol de Madrid, donde es casi obligado pedir sus muy apreciados callos. Vermú de grifo y estupendas tapas variadas, entre las que destacan sus boquerones. Y siguiendo la línea castiza y sin pretensiones, con todo el sabor de lo auténtico, La Botillería de Maxi, un clásico para el tapeo y el vermuteo en la Latina, donde sus callos son muy conocidos, sin desmerecer de sus croquetas o las pechuguitas de pollo Maxi, así como su rabo de toro estofado. En la Cava Alta, 4. Que lo disfruten.

Categorías: Gastronomía en Madrid